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Koumpounofobia

La ultima vez que me senté sinceramente enfrente de una pantalla cualquiera y la convertí en la única confidente de mis rompederos de cabeza tuvo lugar hace mucho tiempo y en circunstancias un tanto contradictorias. Y es que, por curioso que parezca, mi cabeza se ha dado cuenta de que cuando tiene mas quehaceres es cuando mas le apetece escribir. Diría que la inspiración me sobreviene justo en esos momentos en que podría pecar de incómoda, en la víspera de cualquier examen importante o a la hora de cenar; sin embargo nunca está ahí cuando la necesito. Ella me ha enseñado que es como una mujer, caprichosa y maniática, con constantes cambios de humor y naturaleza siempre explosiva. 


Cuando empecé con esto de escribir por amor al arte me di cuenta de una verdad tan caprichosa como la mujer y tan explosiva como la inspiración misma: es fácil hacerlo; publicarlo es harina de otro costal. Y es que lo genial en toda esta historia es ese hormigueo en el estómago, cuando has terminado varias páginas y llega la hora de enfrentarse al botón de 'publicar'. No es adrenalina, es miedo. No parece algo del otro mundo pero cuando lo haces te das cuenta de que la sensación es similar a cuando estas a punto de enviar ese mensaje de texto a esa persona tan especial en el que le escribes cosas tan personales o sentimientos tan profundos, sientes que en el momento en que le des al botón de 'enviar' no habrá vuelta atrás y quedarás completamente expuesto. ¿Cómo me mirará esa chica al día siguiente cuando me vea y sepa lo que siento?, ¿Cambiará su forma de ser conmigo?, ¿Y si me estoy equivocando y no me corresponde?, ¿Me habré arriesgado en vano?, ¿Demasiado cursi?, en fin. 

Curiosamente, lo primero que se te pasa por la cabeza ante el temible botón no son las faltas de ortografía o elegir un buen título para el texto, es lo que van a pensar de ti cuando quien te conoce lea lo que has escrito. Y gracias a sensaciones como estas vale la pena sentarse a escribir. Es terapéutico. Antibiótico para el qué dirán. Es una práctica que me ha enseñado que el miedo al ridículo no es cuestión de dignidad, es un disfraz para los complejos. Es una experiencia que me ha enseñado que todo es mas simple de lo que aparenta, pero que a veces somos demasiado prejuiciosos. El miedo al temible botón me ha enseñado a no escucharme a mi mismo cuando me pregunto si lo que acabo de escribir es una gran estupidez, si es demasiado ridículo o si no tiene mayor interés; me ha enseñado a no buscar mis motivos en las motivaciones de los demás y a no cuestionarme con preguntas ajenas. Quizá no la estadística, pero la experiencia y el sentido común dicen que cuando envías ese mensaje de texto, sales ganando en un 90% de las veces. Vivimos la vida pintando el mural en que queremos que los demás nos vean, como un cuadro que nunca se termina de pintar, pero todo es mas simple de lo que aparenta, solo que a veces somos demasiado prejuiciosos. 


Hacía mucho tiempo que no hacía esto, y sinceramente lo extrañaba. Bendito sea el temible botón. Publicar. 

6 comentarios:

  1. Hace ya bastante tiempo que dejaron de importarme las opiniones de los demás. El salón donde se junta esta gente es bastante solitario, apuesto a que hay tantos salones como gente... Aunque reconozco que está muy bueno que haya opiniones, estoy convencido que es lo que le da entidad a lo escrito, que desnuda lo que el escritor (menuda palabra) siente, lo malo del sistema es la pretensión de la gente de exigirle al resto que piense como ellos. Por esto, leo y escucho todo pero vivo a mi manera!
    Ehm, güelconbak!
    Abrazos Fer!

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    1. Eso debería ser lo maravilloso de las opiniones, que cada cual saque la conclusión que le parezca mas oportuna. Gracias por tus comentarios Etiene, son mas que bienvenidos,
      Fer!

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  2. Siempre hay que pensar en lo que uno quiere, los demás nunca coinciden plenamente con eso.
    Me gustó esta entrada intimista, Fer.
    Un abrazo.
    HD

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  3. Al principio no veia la magnitud de ese botón. Solo ahora, después de mucho pulsar y pulsar soy capaz de ver que es en realidad mucho más que un botón...

    Y si, se sale ganando muchisimo. Pero más que exteriormente, interiormente... supone una verdadera terapia..

    Increible, como siempre.

    saludos!

    Asier

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    1. Completamente terapéutico Asier. También lo son tus comentarios.
      Un abrazo, Fer!

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